—¿Entonces qué haremos?
—El Amor.
—¿Seguro?
—Sí.
—Bien, me voy desnudando.
—¿Y para qué te estás quitando la ropa?
—Pues para hacerlo.
—¿Quién te dijo que tienes que desnudarte para HACER EL AMOR?
—Pues que yo sepa así se hace.
—No, esa no es la única forma de hacer el Amor.
—¿Y cómo entonces?
—Sólo déjate puesta la ropa y conversemos hasta cansarnos, riámonos por nada y por todo, mirémonos despacito hasta intentar descifrarnos.
conmigo no necesitas desnudarte de cuerpo, sino de alma, sólo mirémonos hasta quedarnos sin palabras, y allí, en ese instante en que las palabras sean insuficientes para explicar lo que sentimos, en ese silencio infinito al fin podremos tocarnos. ¿Comprendes?
—¿Tocarnos?
—Sí, tocarnos con la dócil ternura de una caricia que se expanda dulcemente hasta morir en un abrazo.
—Ay, qué bonito.
—Mira, ¿me dejas sostener tu mano?
—Sí.
—¿Sientes? esa es una de las formas de hacer el Amor
De eso se trata.
Tú sólo déjate puesta la ropa y hablemos hasta cansarnos, sólo mirémonos la boca, las pestañas, los labios por un rato y si el beso es necesario vendrá sin pedir permiso.
Hablemos hasta saber todas nuestras memorias, hasta saber nuestros más hondos secretos, tan sólo déjame mirarte hasta el deleite más extremo y exquisito, déjame verte el ALMA hasta el cansancio, hasta que estos ojos se rindan y me obliguen a bajar los párpados incitándome a dormir.
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